"Los pontífices y todo el Sanedrín buscaban un
testimonio contra Jesús, para matarlo, y no lo encontraban. Muchos atestiguaban
en falso contra Él, pero no coincidían los testimonios. Algunos se levantaron
para testificar en falso contra Él diciendo: “Nosotros le oímos decir: ‘Yo
destruiré este Templo hecho por la mano del hombre y en tres días edificaré
otro no hecho por manos humanas”. Y ni en esto concordaban sus testimonios.
Levantándose entonces, en medio de la asamblea el Pontífice, interrogó a Jesús:
“¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?”. El callaba y nada
respondió. De nuevo el Pontífice le preguntó: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del
Bendito?”. Jesús le dijo: “¡Yo soy!; y veréis al Hijo del hombre sentado a la
diestra de la Omnipotencia y venir entre las nubes del cielo”. Entonces el
Pontífice, rasgándose sus vestiduras, dijo: “¿Qué necesidad tenemos ya de
testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?”. Todos le condenaron reo
de muerte. Luego se pusieron a escupirle y a taparle el rostro; y lo
abofeteaban diciendo: “¡Adivina! ¡Haz el profeta!”. Y los criados le daban
puñetazos." San Marcos. XIV. 55-65
La madrugada del
Viernes Santo, Jesús, después de ser vendido por Judas al Sanedrín el día
anterior, es juzgado por el consejo de sacerdotes judíos y por los sumos
pontífices Anás y Caifás. Este juicio, injustísimo de por sí, por juzgar a
Nuestro Señor Jesucristo, atropelló de un solo golpe todos los reglamentos y
normatividades que un juicio decente (ya no religioso, por lo menos civil) debe
contemplar, a continuación se listarán algunas irregularidades:
El
Arresto. Era sólo para
delitos flagrantes, según el derecho judaico el arresto sólo procedía para
delitos flagrantes, es decir en el acto mismo en que el delito era perpetrado.
Eso
ocurrió, por ejemplo, cuando trajeron ante Jesús, a la mujer adúltera para
apedrearla.
Luego
entonces, el arresto de Jesús fue ilegal e injustísimo, ya sea por la hora
avanzada, por la oscuridad e incluso por el lugar de detención, ya que no fue
detenido durante sus recorridos por la ciudad, ni en la sinagoga, sino en un
jardín privado.
Era de noche. Fue un abuso
someter a Jesús a un juicio sumario y en horas de madrugada ya que el juicio
judío era diurno y requería la presencia
de la totalidad de integrantes del Sanedrín. Se calcula que fue detenido
en la medianoche del 14 de nisán (jueves) y el juicio ante el sumo sacerdote
empezó a la una de la madrugada.
No
tuvo abogado defensor. Jesús
se defendió sin necesidad de terceras personas. Tanto ante Anás como ante la
presencia de Caifás respondió a sus respectivas preguntas y se defendió, sin
embargo éste último le forzó a una autoinculpación, a igual que ante el
Prefecto de Roma, cosa que también es una irregularidad.
Golpes
al reo. Marco le da
una bofetada a Jesús cuando contesta a Caifás. No es legal golpear al reo,
hasta que se le dicte la condena. Para colmo, Marco era aquel a quien Jesús
curó de una oreja en el huerto de Getsemaní. Pero no solo él lo golpeó, sino
todos los que atestigua el evangelio de San Marcos: Luego se pusieron a escupirle y a taparle el rostro; y lo abofeteaban
diciendo: “¡Adivina! ¡Haz el profeta!”. Y los criados le daban puñetazos.
No
se contaron los votos. La ley
judaica dice que antes de dictar la sentencia, se debe votar en favor o en
contra del reo. No hubo votación.
No
hubo testigos juramentados. La ley
judaica también establecía que los testigos debían jurar sobre la Tora, y si
acaso mentían, recibirían el mismo castigo que se imputara al reo. A pesar de
que los testigos mintieron, ninguno fue castigado.
Discordancia
de los testigos. Los
testigos no coincidían en su testimonio, como dice San Marcos: Muchos atestiguaban en falso contra Él, pero
no coincidían los testimonios.
Declaración
conjunta de los testigos. A diferencia
de lo que establece la ley judaica sobre las declaraciones individuales que
tiene que hacer los testigos, (sin escuchar cada uno el testimonio del otro),
todos los testigos entraron juntos, gritando, y testificando al mismo tiempo.
No
hubo prueba de los delitos que se le imputaban. En el proceso judío fue condenado por un delito de naturaleza religiosa,
como era la blasfemia. Sin embargo, en el proceso romano se cambió la
imputación y cargos por unos delitos públicos de naturaleza política, como era
atentar contra el pueblo, su soberanía, el Estado de Roma y sus órganos o
contra la persona del propio Emperador, al atribuírsele realeza; no pagar
tributos al Cesar o la seditio, y ello con la finalidad de que el
Prefecto de Roma conociera de la causa y asegurarse a su vez una condena y una
pena de muerte contra Jesús. Sin existir una prueba clara y determinante, fue
condenado en ambos a la pena de muerte.
Se
dictó la sentencia el mismo día del juicio. No hubo tiempo de deliberación, el proceso no fue
sometido a deliberación por parte del Sanedrín, sino que todos los presentes
(civiles, criados, sacerdotes) le dictaron su sentencia: Todos le condenaron reo de muerte.
La
sentencia debía leerse en el “Salón de las piedras cortadas”. La ley judaica
dictaba que si la condena no se leía ahí, no era válido el juicio, sin embargo,
no se leyó.
Además de todo, el tiempo no era el
reglamentario para realizar un juicio, ya que era vísperas de la pascua judía
Conclusión
Desde el punto
de vista jurídico, el juicio de Jesús es inexistente e inválido o nulo, ya que
no posee ninguna de las características que debería tener un juicio justo. De
hecho, considerando las circunstancias e irregularidades cometidas, es incorrecto
llamar juicio a lo que realmente fue un inculpamiento sumarísimo a un individuo
que para colmo, era totalmente
inocente.
Desde el punto de vista moral, fue de todo punto injusto el
“juicio” al que fue sometido Nuestro Señor. Aunque hubiese sido juzgada otra
persona, la más criminal y culpable del mundo, ninguna persona tiene derecho a
violentar los derechos inherentes a cualquier ser humano, los derechos que no
se pierden ni con la perversión de la conciencia o la corrupción del alma, ya que se deben
solamente a la dignidad humana. Este juicio no fue fortuito, es la resulta del
odio y envidia profundas que los fariseos y el Sanedrín sentían hacia Jesús, y
prueba de esto son los excesos que hubo en todo el proceso, desde el juicio
hasta la crucifixión, donde parecía simplemente que la multitud entera se
ensañó con aversión profunda hacia su Salvador. Un odio tan profundo y
agresivo, no puede surgir solo del hombre, sino que es fomentado y avivado por el padre de todo odio, por el mismísimo
demonio.
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